Campeones de la fe

RICARDO KAKÁ, FUTBOLISTA BRASILEÑO

Foto cortesía

"Tuve el privilegio de haber sido criado por padres cristianos y por eso aprendí a conocer el reino de Dios a muy tierna edad. A medida que mis habilidades crecían , también crecía mi fe. Ésto me ayudó a mantener en perspectiva mi pasión por el fútbol, porque siempre supe que no jugaba para mí, sino para Dios. 

Incluso ahora cuando mi sueño de jugar en Europa se ha cumplido, sé que Dios me ha colocado donde él quiere que esté. Trato lo más que puedo que mi vida refleje las buenas nuevas de Jesús viviendo en paz, preocupándome por los pobres y mostrándoles amor a los que me rodean.

A veces es fácil para jugadores y otras celebridades olvidarse de sus fanáticos o de los que viven sus vidas sin los esplendores del triunfo. Por eso, una de las formas en que trato de manifestar el amor de Jesús es acordándome a toda clase de personas para demostrarles que las acepto. Cuando firmo autógrafos, disfruto contándole mi historia a la gente con la esperanza de que ellos también puedan seguir a Jesús.

Sé que no soy mejor que nadie. Hay quienes trabajan en oficinas, otros en el campo, algunos pilotean aviones y otros manejan taxis. Todo lo que hagamos en su reino es un regalo de Dios y mi don es jugar fútbol. 

La actitud de servicio de Kaká surge de los valores que posee. Tal vez sea más fácil ser egoísta y conseguir lo que queremos por medio del odio y la violencia, pero el camino más difícil del amor y la vida de servicio conduce al gozo. Posiblemente sea más difícil, pero al final es más satisfactorio.

Jesús dijo que todos conocerán que somos sus seguidores si nos amamos unos a otros. Pero sucede que no siempre es fácil hacerlo porque a menudo evitamos el camino difícil y rechazamos a Jesús. Es el camino del pecado y todos los seres humanos debemos luchar contra él.

Hace mucho tiempo Dios creó el mundo y les encargó su cuidado a los seres humanos. Pero los seres humanos lo rechazaron. Así como algunas veces nos expulsan del juego por no cumplir las reglas, éstos primeros seres humanos fueron separados de su Creador porque pensaron que ya lo sabían todo.

Antes de éste rechazo no existían el pecado ni el odio, solo había paz, amor y vida entre el Creador y su creación. Pero los seres humanos introdujeron el pecado y la muerte y la destrucción al mundo cuando escogieron sus propios caminos. En éste momento Dios pudo haber detenido el juego, agarrar la pelota e irse a casa. Pudo haber comenzado otro juego con jugadores dispuestos a seguir las reglas. No lo hizo. Decidió seguir trabajando con éstos infractores de reglas. Se comprometió a llevar la victoria por medio de los seres humanos que había creado. 

Pero había un problema: esa gente no podía competir con esos enemigos. Por eso Dios hizo dos cosas sorprendentes. Primero, se rebajó a la categoría de ser humano, vino a éste mundo y habitó entre nosotros.

La segunda cosa fue la manera como derrotó a los enemigos. Permitió que lo mataran en una cruz. Sin embargo, si la historia hubiera terminado allí, los enemigos habrían ganado otra vez.

En nuestras propias luchas hoy, vemos cómo la muerte y el pecado ganan todo el tiempo. Los vemos venciendo cualquier intento de amar a los demás y hacen que la muerte parezca más poderosa que la vida. Vemos cómo se pelean las guerras en todo el mundo, sin darle tregua a la paz. Nos sentimos sobrecogidos ante el odio y el egoísmo que parecen indestructibles. Y nos unimos a éstos enemigos porque si no podemos vencerlos es mejor entonces que nos asociemos con ellos. 

Y parte de esto es verdad: al igual que todos los infractores de regla que nos han precedido, no podemos vencer a estos enemigos por nuestras propias fuerzas. 

Cuando Jesús murió en esa cruz, sus seguidores se encontraron sin una esperanza a qué aferrarse. Habían creído que Jesús derrotara a las naciones extranjeras que los gobernaban. Pero en vez de eso, conquistó a todos los poderes del mal al derrotar a la muerte, la fuente de su poder.

Más al tercer día, Dios destrozó el aguijón de la muerte con un poder muchísimo más grande: la vida. Jesús se levantó de la muerte quitándole al pecado su victoria y a la muerte su aguijón.

Dios sigue trabajando para remover las manchas del pecado y de la muerte de nuestra vida, con el fin de restaurar su creación a su belleza original y hacerla aún más bella. Todos estamos en capacidad de elegir de qué lado queremos estar.

Puedes escoger jugar para el pecado y la muerte, pero si lo haces, debes saber que te has unido al equipo perdedor. O puedes escoger jugar en el equipo de Jesús. Es mas difícil jugar en él, pero cuando el juego termine serás parte del equipo ganador"